Imagínate, por un momento, que cuando fueras a la médica le exigieras que te recetara tal o cual medicamento, o que le dijeras que te realizara tal o cual técnica diagnóstica. Imagínate, por un momento, que cuando viniera un pintor a pintar a tu casa, le dijeras que la brocha la debe de coger con la mano derecha y de una forma determinada. Imagínate, por un momento, que cuando llevaras el coche a reparar al taller, le dijeras al mecánico que tiene que usar la llave X para desmontar el motor de la forma X. Imagínate, por un momento, que llegas al hospital con la pierna rota, y le dijeras al enfermero que te atiende que te ponga la escayola utilizando tal o cual técnica. Imagínate, por un momento, que decides hacerte un reportaje fotográfico de tu boda, y le dijeras a la fotógrafa que debe usar tal o cual objetivo y que debe de ponerse de tal o cual posición para hacerte las fotos.
Hay un dicho popular que dice “maestro liendres, que de todo sabes y de nada entiendes”. Pues esto también está ocurriendo en nuestra preciosa profesión. Estamos entrando en un mundo en el cual de todo podemos opinar, de todo sabemos y conocemos todas las técnicas. Y es cierto, las nuevas tecnologías ponen a nuestra disposición multitud de caminos de conocimiento. Pero lo que es otra cuestión, es la capacitación profesional de cada uno en su trabajo. Al igual que la médica, el pintor, el mecánico, el enfermero, o la fotógrafa, el maestro o maestra tiene una cualificación y dignidad profesional que no debe ponerse en tela de juicio, ni exigir modificaciones metodológicas, ni exigir cambios en las formas de atender al alumnado, ni cambiar formas organizativas de tu aula, etc. Claro, claro, todo tiene un límite y en el caso educativo los límites están establecidos por la administración en los currículums, en los decretos y órdenes que desarrollan las leyes educativas y ahí todos tenemos que cumplir la ley (y las direcciones de los centros, cumplirla y hacerla cumplir). Y a que viene todo esto. Pues mirar. Hace ya unos días un grupo de madres y padres de un centro educativo de Jerez, con el beneplácito de la dirección de dicho centro, han decidido unidireccionalmente (sin llegar a consensos, discutir, evaluar conjuntamente con el tutor), hacer pública (pues han dado entrada en el colegio) una protesta-denuncia contra en tutor de sus hijos e hijas, por las prácticas docentes de este tutor. Se le dice en este escrito que dicho tutor no explica (de forma tradicional, clase sentada, callada y escuchando), que no corrige los trabajos del alumnado (la corrección sólo sirve para quitarle la confianza al alumnado en sí mismo), permite que el alumnado se explique cosas entre sí (aprendizaje de los iguales), no trabaja con el libro del método de la editorial (la ley no obliga a trabajar con ningún método de ninguna editorial), el alumnado usa periódicos y revistas para leer y escribir (son textos de uso social que sirven para trabajar las diferentes etapas de acceso a la lectura y escritura del alumnado de forma que ellos mismos vayan construyendo y accediendo al sistema de escritura y lectura), que hay mucha libertad en la clase (se permite que todos y todas hablen y opinen de todas las cosas, sin censurar), que no hay normas (sólo las normas que el alumnado construya y que sean significativas para ellos y ellas, y las normas de convivencia básicas) y así un largo etcétera. Además se exige que este tutor, o cambie de actitud metodológica, o que sus hijos sean cambiados de tutoría (queremos una educación a la carta). Lo grave de todo este asunto es que este escrito es atendido y asumido por la dirección del centro (ya ni nuestros compañeros nos escuchan), sin ni siquiera dar opción a explicación alguna ni defensa por parte del tutor. Y así estamos en el punto de mira de cualquier grupo de padres o madres, cuya cualificación pedagógica es ninguna, porque lógicamente no son maestros, son padres o madres y creo que deben de ejercer de padres o madres y no de maestros o maestras. Porque para intervenir en el proceso de enseñanza-aprendizaje del alumnado, nosotros y nosotras, el profesorado, nos formamos, leemos, estudiamos, modificamos nuestras actitudes y formas de trabajar, evaluamos, volvemos a cambiar, releemos, y así durante toda nuestra vida laboral. Que hay de todo, lógicamente, “como en botica”, pero el caso del que hablo no se deja llevar por la corriente, ni por el status adquirido de funcionario, más bien, todo lo contrario. Os hablo de un profesional de la educación con 26 años de servicios, de los cuales 20 los ha dedicado en cuerpo y alma a un centro de una zona deprimida de Jerez (el chicle), de los cuales ha ejercido la dirección de ese centro durante 15 años, y eso no es fácil. Eso requiere estar formado, saber discutir, hablar, dar soluciones, cambiar organizativamente, escuchar mucho, comprender, dar alas a sus compañeros y compañeras en los proyectos docentes, etc. Además de todo esto, puedes ser una persona distante, fría y calculadora, pero no es el caso. Este tutor no sólo ama su trabajo, su profesión, sino que demuestra todos todos todos los días a su alumnado que hay lazos afectivos creados entre ellos y eso hace que también el alumnado este implicado con él. Además no es una actitud forzada, es una actitud natural, normal, que sale del corazón, no es fingida, y eso se nota. El único “pecado” de este tutor es querer hacer cada día mejor las cosas con su alumnado, querer que aprendan de forma más autónoma, querer que los aprendizajes sean más significativos para el alumnado, querer que sean críticos a la hora de enfrenarse a las lecturas de los textos de uso social, querer que su alumnado no dependa de él ni de nadie, querer que su alumnado sea capaz de aprender a leer y escribir construyendo su propio sistema de escritura y no el impuesto por la autoridad, querer que su alumnado sea sensible ante el mundo, querer que sus familias entren en su clase (aun corriendo riesgos) para trabajar conjuntamente, querer que TODO SU ALUMNADO (alumnado de necesidades educativas especiales también) participe al máximo de todas las actividades del aula, querer que todo su alumnado este incluido de forma real, y no en número, en todas las actividades, querer que su alumnado crezca como sujeto y no como un objeto más, querer .... Tenemos que reflexionar todos y todas sobre el intrusismo profesional y sobre el respeto a las diferentes formas de trabajar y hacer las cosas, esto es básico en nuestra sociedad y debemos empezar por nuestros hijos y nuestras hijas.
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